sábado, 14 de marzo de 2015

En ruta

De regreso al tiempo presente, tal como me comentaba la organizadora el inicio del viaje sería temprano. Me preguntó cuál de las paradas me venía mejor y me citó a las 7:45h. Una vez más el fin de semana serviría para levantarme más temprano que de costumbre durante mi semana laboral. Esfuerzos que se hacen sin disgusto, dice el refrán "sarna con gusto, no pica".

Puntual como era preciso, me presenté en el lugar acordado. Me asustó ver que ya había un autobús parado, corrí hacia él y comprobé que era otra excursión programada. Cierto alivio me produjo, me tocaba esperar en esta ocasión a mí. Pasado un tiempo prudencial la impaciencia me pudo y llamé a la organizadora. El retraso de algunos de los primeros pasajeros demoró el resto de las recogidas. El recorrido por distintas zonas de la ciudad hizo que la hora de salida real de la excursión se demorara. Una vez que lo hicimos, tampoco logramos avanzar mucho porque pronto llegó la parada para el desayuno. La verdad es que no entendí mucho esa pausa, lo que no impidió que la aprovechara. 

A pesar de ser un establecimiento de carretera, los intentos de agilización del servicio quedaron un poco en la nada. No me pareció, ajeno como soy a la hostelería, que la multitud de clientes fuera atendida de manera eficaz, puedo estar equivocado. En mi caso particular, tras minutos (reales, sin exageración) de espera tuve que optar por cambiar mi lugar en la barra para pedir porque parecía haberme vuelto invisible a los camareros. La pausa fue lo suficientemente prolongada para que, pese a todo, pudiera disfrutar de mi desayuno sin prisas.


Reanudamos la ruta, nos echamos de nuevo a la carretera. Por decisión exclusiva del conductor, esta parte del desplazamiento la realizamos por carreteras convencionales y alejados de la autopista de peaje. Intuyo, no lo puedo decir con certeza, que pudo deberse a una forma de aminorar los costes para la organización. Sea como fuere, poco importaba. El paisaje no era cuestión relevante, así que opté por dar una pequeña cabezada. No me molesté en preguntar a mis compañeros de viaje pero posiblemente emitiera algún ruido bronco con el resuello. 

Poco o mucho, el tiempo de descanso vino realmente bien para afrontar el día turístico. Cuando me fui a dar cuenta, ya casi estábamos en el lugar de destino. Bueno sería más correcto decir que llegábamos a la cercana localidad limítrofe a nuestro lugar de destino. Al principio del viaje ya nos lo había advertido la organizadora, no pasaríamos la frontera en el transporte empleado por los posibles retrasos que pudiera haber. Descendimos del autobús y cruzamos la línea fronteriza a pie.


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