sábado, 14 de marzo de 2015

En el Peñón

En cierta forma se puede decir que tiene un toque de romanticismo realizar el "cambio" de país (en sentido figurado, claro está; el Peñón tiene la consideración de "territorio británico de ultramar") de manera peatonal. La sensación se puede calificar como curiosa.

El Peñón, antes de cruzar la pista del aeropuerto
Igualmente es curioso resulta tener que atravesar una pista de aeropuerto para llegar a la primera zona habitada. Sorprende, pues, dar los primeros pasos en el Peñón.

El aeropuerto gibraltareño
La opción más fácil para continuar era subirse a uno de los autobuses urbanos que llevan al centro, pero opté por caminar como mejor expresión de mi condición de turista. Esto supuso un retraso a la hora de comenzar la visita, pero como tenía tiempo suficiente, no me pareció un inconveniente. El único problema fue no contar con un mapa que me guiara y orientara, descartada la opción de compra de uno turístico junto a la parada de la línea 5. Esperaría a poder adquirir uno de mejor calidad y más detallado.


El comentario que sobre la anterior fotografía se puede hacer es que cada pueblo o ciudad presume de aquello de lo que cree que puede presumir. Supongo que habrá documentación histórica que permita calificar a Gibraltar como "Cuna de Historia". Como no tengo fundamento para rebatir ese argumento, lo daré por bueno, con la oportuna cautela.


La señalización viaria no ayudaba mucho, avancé más bien por intuición. Tras recorrer Winston Churchill Avenue y Corral Road llegué por fin al lugar deseado, que no era otro que la zona de acceso a Casemates Square, que podríamos calificar como la plaza más turística de la localidad. La vida fluía de manera animada en ese lugar cuando sólo algunos minutos nos indicaba que habíamos alcanzado mediodía.


Sin mucho margen para equivocación, pude localizar la Oficina de Turismo. Mi rutina viajera manda, no puede ser de otra manera. Hacia allá me dirigí para buscar información. El tiempo transcurrido desde mi última estancia en la localidad hacía especialmente recomendable esa visita. Ello supuso una de las anécdotas de la excursión, comprobar el particular "spanglish" de la operadora turística que me atendió. La sonoridad de sus palabras me resultaba agradable, ese característico tono de los habitantes de la zona, denominados popularmente "llanitos", que mezcla con increíble facilidad tanto el castellano como el inglés. Usan expresiones inglesas castellanizadas, y a la inversa. Es realmente digno de estudio.

Con el particular acopio documental, entre ellos un mapa de la localidad, emprendí el paseo en el momento ideal. Conocidas todas las posibilidades turísticas, me decanté por la única que me interesaba teniendo en cuenta que la visita a las cuevas y a los macacos ya las realicé en su día. Tampoco me apetecía realizar desembolso alguno en la zona comercial de Main Street. La opción económica ganó fuerza. El paso por la indicada zona lo hice sin paradas que me supusieran pérdida de tiempo, nada del género expuesto en los escaparates (joyas, relojes, tabaco, tecnología, chocolate, bebidas alcohólicas...) me llamaba la atención. La común opinión habla de buenos precios al tener un régimen fiscal distinto al de España. No creo que sea para tanto.

La asombrosa rapidez en mi paso me sacó de la zona de consumismo por excelencia de la localidad. La peatonalización, que seguramente no estaba pensada en la época de mi primera visita, supone un gran acierto. Al pasar por un edificio religioso no dudé en entrar.

Torre del campanario y reloj
Fachada principal
Se trataba de una de las catedrales, cuya denominación es Santa María Coronada (en inglés, Saint Mary the Crowned). Desde fuera su aspecto era imponente y me pareció un edificio interesante para conocer en su interior. A diferencia de lo que pudiera parecer a primera vista, la historia que guarda el enclave religioso católico lo hace propicio para una visita detenida. No era la ocasión, me limité a escuchar misa. La cuestión idiomática no supuso un problema si tenemos en cuenta que la estructura de una misa católica está bien definida y que tengo a mis espaldas experiencia en acontecimientos religiosos variados. Terminada la ceremonia, y realizada una breve visita por el interior del templo, continué mi recorrido.

Si hay una cosa que llama la atención a lo largo de toda la localidad no es otra que la abundancia de estatuas en reconocimiento de distintas personalidades o eventos. La que dejo a continuación supone un homenaje al Cuerpo de Ingenieros Reales (en inglés, Corps of Royal Engineers) que durante más de 300 años desempeñaron su trabajo en Gibraltar.


El azar quiso que unos metros más adelante me encontrara con un edificio que no buscaba y que me resultó curioso localizar. Seguro que si tengo que encontrarlo de manera intencionada mi despiste hace que pase delante de él sin encontrarlo.


Evidentemente me llamó la atención, no esperaba que una sede judicial pudiera estar literalmente camuflada tras un bello jardín en forma de parque. Me hubiera gustado, y esto ya sólo se puede calificar de "defecto profesional", entrar y experimentar un poco de la vida judicial gibraltareña. Igual un día me lanzo a realizar esa "excursión jurídica" y me adentro en la cultura del peculiar sistema legal británico.


No terminó ahí mi sorpresa cuando unos pasos más adelante me encontré un auténtico "pedacito" de Andalucía. Mentalizado como estaba en que me encontraba en un territorio perteneciente al Reino Unido, fue realmente agradable lo que pude contemplar.


Balcones repletos de macetas y flores era, sin duda, de las últimas cosas que esperaba encontrarme en Gibraltar. Los expertos en la materia, no es mi caso, podrían criticar la disposición de las macestas y los tipos de plantas utilizados en la decoración, pero a mí me pareció sencillamente increíble y no reparé en detalles.

Dentro del apartado de curiosidades podría citar también edificios peculiares que en ocasiones parecen estar fuera de lugar. Desconozco la historia de este en concreto, pero deduzco que puede tener conexión con el ámbito militar porque los uniformados asistentes así lo ponen de manifiesto.

Invitados esperando

Como su nombre indica, es la Capilla del Rey (en inglés, King´s Chapel). Me hubiera gustado visitarla pero creo que mi indumentaria hubiera estado totalmente fuera de lugar, desentonaría entre tanto mando militar y podría incluso terminar arrestado.

Al lado de la Capilla tenemos nada más y nada menos que la residencia oficial del Gobernador de Gibraltar. Su denominación, en inglés, es The Convent y supongo que tiene su origen en el inicial destino que se le dio al edificio. Me resultaría muy fácil utilizar la información que proporcionan los buscadores de Internet, prefiero más bien hacer uso de la que pueda obtener de una eventual visita al edificio.


Mi recorrido continuaba y me llevaba a atravesar una zona amurallada que se denomina Referendum Gates que forma parte de una construcción con evidentes rasgos defensivos. La estructura se intuye realmente consistente y ofrece garantías de que sirvió a su cometido.



Y para confirmar lo anterior, nada mejor que una muestra de un elemento de artillería. No puedo precisar fecha de construcción ni evento bélico en que se utilizó, no anoté la leyenda que contenía una placa que había cercana. La próxima vez procuraré completar esta parte del blog. Es realmente impresionante, e imaginar el estruendo que esta máquina de matar provocaría casi pone los pelos de punta.


Como si nos encontráramos en un parque temático, no sé si intencionadamente o no, lo siguiente que encontré en mi camino fue un cementerio. Cada camposanto tiene su peculiaridad y supone una muestra de nuestro ancestral respeto por nuestros difuntos, y este no es una excepción.


El cartel ya nos comenta que es un lugar específico destinado a unos difuntos en concreto. Dice el cartel, si mi inglés no me falla (pido disculpas si efectivamente hay error de traducción):

"Aquí yacen los restos de algunos que murieron heridos 
en Gibraltar tras la gran victoria de Nelson en octubre de 1805. 
Aquellos que murieron durante la batalla 
han sido enterrados en el mar. Otras tumbas datan de 1798."

Resulta evidente que a este lado no tenemos el mismo concepto de la Batalla de Trafalgar ni de Horacio Nelson, pero eso ya es una cuestión histórica que excede de este modesto blog y de los conocimientos de su autor.

Los interesados en cuestiones turísticas, y no sólo en las puramente comerciales, encuentran a continuación la instalación del teleférico (Cable Car Station en su denominación original) que te lleva a la parte más elevada del lugar y desde la que previsiblemente se pueden contemplar unas impresionantes vistas. Espero en la próxima visita hacer uso de la instalación. Tengo entendido que el ticket se puede comprar anticipadamente y que incluso en La Línea de la Concepción (Cádiz) hay un puesto para comprarlo.

Mi matutino paseo continuaba por Rosia Road sin saber exactamente hasta dónde llegaría y en qué momento me pararía por cansancio o aburrimiento para regresar a la zona comercial. La curiosidad, a veces insana, me llevó a fijarme en algunas embarcaciones que suelen ser origen o causa de problemas cada cierto tiempo.


El conflicto territorial tiene como uno de sus componentes el de las denominadas "aguas territoriales" que suelen llevar a enfrentamientos entre autoridades de ambos lados, con perjuicio en muchas ocasiones de los pescadores de los pueblos cercanos. La lucha contra el narcotráfico se ha visto en ocasiones mermada por estas disputas a niveles políticos e incluso diplomáticos.

La siguiente etapa de mi caminar me llevó hasta la parte más naviera del lugar y donde encontré una torre a la que más allá de su función como reloj no le encontraba otro sentido. En cuanto lo averigüe, lo indicaré, dejo de momento testimonio gráfico por si me podéis aportar más datos.


Continúo contando lo que mencionaba sobre la zona. El hecho de encontrar grandes embarcaciones allí varadas me confirmaba que me encontraba ante la New Harbours Industrial Estate (en su forma abreviada, New Harbours Ind. Est.) que intuyo viene a ser como los astilleros que tenemos en España.

Buque de carga
Estaba justo en ese preciso instante en el dique (en ocasiones, seco) dos de los buques que componen la flota de una conocida empresa española en el sector marítimo. Llamaba poderosamente la atención el tamaño de las embarcaciones. La mayoría de las veces al encontrarte con semejantes obras de ingeniería no puedes evitar preguntarte cómo harán para que se mantengan a flote y puedan navegar.

La fase de asombro continuaba al comprobar que a lo largo de toda la Bahía de Algeciras podías divisar, a una prudencial distancia de la costa, decenas de buques de carga del estilo "portacontenedores" de los que son capaces de llevar de una punta a otra del Globo miles de toneladas de mercancías.

Portacontenedores a la espera
El cambio de la versión marítima a la militar se producía unos metros más adelante. El pasado bélico se vuelve a hacer presente.


Mostrando auténticas piezas de museo para mayor realismo del lugar. Estoy seguro que otras muchas están en los correspondientes centros militares en oportuno estado de conservación y aptas para ser visitadas.


Sin tener muchos conocimientos sobre armamento puedo asegurar en este momento que no es muy moderno el cañón que han dejado expuesto. No es una cuestión que le quite importancia al viaje en el tiempo que te produce ver este tipo de maquinaria.

Fortificación junto a Camp Bay
Mi paseo continuaba hacia la parte más al sur de la ciudad. Lo siguiente que encontré fueron las instalaciones de una piscina que intuyo de titularidad pública. Disponían de una zona para adultos y otra para menores. A continuación encontré me resultó realmente llamativo, algo que no me esperaba. En una breve descripción, antes de mostrar alguna foto, diré que era una amplia superficie con una decoración un tanto extraña. Una serie de bloques de hormigón con forma de mesa redonda que tenían en el centro un orificio. No tardé en comprender que la utilidad de tales artefactos era servir para colocar sombrillas para protegerse de los rayos de Sol. Me encontraba sin duda ante una zona de recreo y esparcimiento un tanto peculiar. Imaginarme allí a los lugareños en pleno verano me resultaba un poco extraño, pero no hay que perder de vista que a la hora de resfrescarse no cuenta mucho la impresión que yo pueda tener. Supongo que también yo haría uso de las instalaciones si no tuviera otra opción.

La "playa" de Camp Bay
Unos centenares de metros más adelante había otras instalaciones, en esta ocasión sí que parecían ser de uso privado. Así lo indicaba el hecho de que el perímetro de las mismas estuviera oportunamente cerrado y que el acceso se hiciera por un único lugar. Una cosa es que no pudiera acceder y otra muy distinta que no pueda averiguar datos sobre el mismo. Gracias a la información que me proporciona Internet he podido comprobar que se trata de Europa Pool y que cuenta con una piscina de tamaño olímpico. Más detalle nos ofrece la página web de la Oficina de Turismo de Gibraltar cuando nos indica que que la zona ha estado siendo remodelada en diversos aspectos desde el año 2013.

La Naturaleza sigue su curso
Cuando me quise dar cuenta ya casi me encontraba sin camino por el que seguir avanzando. Ante mí tenía una auténtica pared rocosa que evidentemente no pensaba escalar. Investigando un poco, logré dar con una forma "civilizada" de continuar mi trayecto. La forma de avanzar recomendada no era otra que mediante un medio motorizado. Como no tenía ninguno en ese momento a mi disposición, me adentré en el largo túnel que atravesaba la roca y hacía avanzar de esta forma Keightley Way Road. En un primer cálculo, podría citar que la distancia del indicado túnel era aproximadamente de unos 500 metros. La sensación de recorrer ese tramo era un  poco agobiante porque una cosa es que la Ingeniería, tanto en su versión civil como en la militar, permita estos prodigios y otra muy distinta es comprobar que la antigüedad del tunel no lo sitúa entre los más seguros de Europa. La contaminación de los vehículos permanece instalada en las paredes, lo que unido a la humedad, la temperatura y las filtraciones de agua hacen que lo recomendable sea no demorar mucho el tránsito, acelerando incluso el paso en lo posible.

Profundo alivio producía salir a un espacio libre donde poder respirar aire de mejor calidad, aire con una concentración de polución -comparativamente hablando con la zona de la que venía- ínfima. A ello se unía, además, la estampa que a continuación encontrábamos.


Se trata de un edificio religioso realmente impresionante, hay que reconocerlo. Se denomina, en castellano, Mezquita Ibrahim-al-Ibrahim, y su denominación inglesa es múltiple: Mosque of the Custodian of the Two Holy Mosques o King Fahd bin Abdulaziz al-Saud Mosque. Por cuestión de tiempo, que no por falta de ganas, eludí la visita al edificio religioso. Tal vez lo haga la próxima vez que acuda.

Una consulta a las manecillas de mi reloj me indicaba que la hora invitaba a comer algo, así me lo recordaba también mi estómago que vibraba de una forma un poco indecente. Incluso hacía ocasionalmente algún ruido. El lugar en el que me encontraba en ese momento no permitía muchas opciones, a menos que regresara sobre mis pasos caminando o en el autobús de línea que tenía allí parada. Me decidí por la opción más práctica, que no la más sabrosa o gastronómicamente recomendable.

Almuerzo gibraltareño
Como podéis comprobar, no exageraba. No es que no hubiera otras opciones disponibles en el establecimiento en cuestión, era más bien mi torpeza de no haber realizado días antes un cambio de divisas que evitara desagradables sorpresas a la hora de pagar. El pago de este maravilloso almuerzo lo hice en euros, y no quiero recordar "el palo" que me dieron y que me dejó temblando durante algunos minutos. Puede ser que penséis que tenía la opción de repetir, y es cierto, pero me limité a dar por finiquitado el trámite.

Antes de regresar a la zona céntrica de la ciudad, di un paseo por la zona para ver si encontraba algo interesante que mereciera la pena. Y lo cierto es que lo encontré, como os comento a continuación. Lo primero que me llamó la atención fue el auténtico vendaval, cuya dirección de origen no puedo precisar. Era realmente incómodo y molesto.

No menos impresionante fue encontrarse con una estampa que realmente no esperaba. Puede ser que la llegue a describir, lo intentaré. Os dejo, de momento, un testimonio gráfico.


Tal vez penséis que me volví loco porque esta fotografía no muestra nada de particular. Os daría la razón si no fuera yo el que hubiera hecho la fotografía, coincidiría con vosotros si me la mostrasen sin venir a cuento. La explicación llega ahora, y es sencilla. La bruma nos impedía contemplar la parte inicial de un Continente. A una distancia aproximada de 14 kilómetros tenemos las primeras extensiones de tierra de África. Trazando una línea recta imaginaria desde ese mismo punto hacia el contrario de la otra orilla encontramos, curiosamente, una ciudad española: Ceuta. Reconozco que esa sola idea me parece mágica. Hubiera sido capaz, con otras condiciones climatológicas, de usar el mirador dispuesto para la ocasión. Pagar por ver lo que hay más allá, algo propio de lo que era en ese momento, un turista.

Continuó mi paseo por la zona y encontré algo que inicialmente no me esperaba, aunque -reflexionando un poco sobre elementos similares encontrados por la ciudad- en realidad no debería extrañarme.


Se trataba de un momumento en homenaje al General Władysław Eugeniusz Sikorski (reconozco haber precisado ayuda para escribirlo), que murió en la zona. No pude saber la forma porque la placa en cuestión estaba escrita en polaco, idioma que aún no domino. Posiblemente habría también alguna en inglés, pero los compatriotas polacos del General no me permitían interesarme mucho por la cuestión. Os remito a las fuentes enciclopédicas y a vuestra curiosidad para encontrar una respuesta.


Otro más de los elementos defensivos que, posiblemente por centenares, tuvo la zona durante la Segunda Guerra Mundial. Sin tener mucho conocimiento sobre armamento bélico, me imagino que en su época cumplió sobradamente con la función que tenía encomendada esta máquina.


Antes de regresar me quedaban algunas cosas que ver y que quiero mostraros. El interés en este caso era más por la estampa que por cualquier otro motivo, me parecieron unas bonitas postales.


La belleza casi que viene más por el marcado romanticismo de la edificación que por su espectacularidad en tamaño y dimensiones. No me acerqué a comprobarlo en directo pero intuyo que la antigüedad del faro debe ser grande. Posiblemente esté automatizado y se controle de manera remota. Tal vez todavía una auténtica lighthouse en la que vive y trabaja una persona. Una vez acudo a la fuente de información moderna por antonomasia para indicar que este faro se construyó en el año 1841. Su denominación, inglesa, es variada: Europa Point Lighthouse, Trinity Lighthouse at Europa Point, The Victory Tower. Existe incluso una denominacion en "llanito", La Farola. Tiene su gracia.

No suelo repetir fotos o ponerlas similares, pero en esta ocasión no he podido resistirme. Espero lo comprendáis.


Tocaba regresar a la parte más concurrida de la ciudad, y para ello esta vez elegí el autobús municipal. Me negaba a repetir el trayecto de vuelta caminando. Además no disponía del mismo tiempo que en el viaje de ida. No fue mucha la espera, diría que no llegó a diez minutos. El encanto del trayecto ya era distinto. No pude pasar por recónditas calles ni confundirme de dirección. Sin embargo creo que también fue interesante el viaje de vuelta. Conocer un poco del tránsito gibraltareño era algo novedoso e interesante. La ruta, supongo que por motivos evidentes, se desarrollaba por el mismo perfil de la lengua de tierra que es Gibraltar. Me queda, pues, como desconocida la otra parte. Podría incluso denominarla "la cara oculta" de la ciudad. Puede que la próxima vez, si me desplazo en vehículo propio, recorra esa parte también.

Poco más me pareció relevante en mi última parte de la visita. En realidad sí que quedan algunas cosas curiosas. La primera de ellas, una plaza situada de forma paralela a la calle principal.


Esta es la parte trasera de un edificio en el que me detuve en mi camino de ida pero creo que no he mencionado ni he puesto fotografía. Craso error por mi parte, una torpeza colosal. Se trata del Parlamento de Gibraltar (en inglés, Gibraltar Parliament). Me encontraba, casi sin saberlo, en uno de los puntos neurálgicos de la localidad, John Mackintosh Square, o Plaza de John Mackintosh. Desconozco ahora mismo quién fue este señor, tampoco vi -en mi rápida visita al lugar, placa o monumento identificativo. Al parecer fue un filantrópico gibraltareño que destinó su fortuna a instituciones y obras de caridad.


El otro edificio destacable de la citada plaza no era otro que el propio Ayuntamiento de Gibraltar (en inglés, City Hall). Sobria edificación donde las haya, señal inequívoca de tratarse de una sede oficial. La bandera y el rótulo de la fachada así lo indicaban.

El tiempo de mi estancia gibraltareña se agotaba. Pronto iniciaríamos el camino de regreso a la localidad de partida. Si alguno de vosotros piensa que el almuerzo que tomé en Europa Point surtió efecto en mi apolíneo cuerpo, se equivoca. Tal vez eso sucediera durante los quince o veinte minutos siguientes de haberlo tomado, no una vez transcurrida prácticamente hora y media. Precisaba, con cierta urgencia, reponer el aporte calórico. Un rato tardé en decidirme sobre lo que quería consumir, la duda estaba en la cantidad necesaria teniendo en cuenta que me esperaba un largo trayecto de regreso. Varios minutos me llevó tomar la decisión, pero lo conseguí. Pasé por alto, de manera consciente y voluntaria, disfrutar de la gastronomía british por excelencia (la única que conozco es el fish and chips) y me decanté por un plato de procedencia -según creo- en Oriente Medio (kebab). Me supo a gloria, además elegí uno oportunamente condimentado con una salsa picante. Como complemento, una bebida carbonatada refrescante de sabor a manzana.

Cuando ya creía haberlo visto todo me encontré, casi de casualidad, con una de las más impresionantes sorpresas que podía llevarme.


Creo que hasta me emocioné al ver este cartel en una diminuta agencia de viajes que había en la misma recóndita calle en la que había parado a almorzar de nuevo. Sin mencionarlo de manera expresa, el indicado edificio lo conozco de sobra porque está en mi maravillosa Sevilla. Si alguien me lo hubiera comentado, lo habría dudado e incluso no le habría creído.


"The perfect Easter Break???"

Maravillosa pregunta ("¿¿¿La pausa de Pascua perfecta???") la que se le planteaba a los viandantes. Por supuesto que lo es. Siempre hay un motivo o una excusa para visitar Sevilla. Desconozco cómo de amplia sería la oferta para corta o larga estancia ni los precios de las referidas opciones. Sí puedo asegurar que si hubiera estado en horario comercial, habría entrado a darle dos besos a quienes estuviesen realizando labores de asesoramiento turístico.

En ruta

De regreso al tiempo presente, tal como me comentaba la organizadora el inicio del viaje sería temprano. Me preguntó cuál de las paradas me venía mejor y me citó a las 7:45h. Una vez más el fin de semana serviría para levantarme más temprano que de costumbre durante mi semana laboral. Esfuerzos que se hacen sin disgusto, dice el refrán "sarna con gusto, no pica".

Puntual como era preciso, me presenté en el lugar acordado. Me asustó ver que ya había un autobús parado, corrí hacia él y comprobé que era otra excursión programada. Cierto alivio me produjo, me tocaba esperar en esta ocasión a mí. Pasado un tiempo prudencial la impaciencia me pudo y llamé a la organizadora. El retraso de algunos de los primeros pasajeros demoró el resto de las recogidas. El recorrido por distintas zonas de la ciudad hizo que la hora de salida real de la excursión se demorara. Una vez que lo hicimos, tampoco logramos avanzar mucho porque pronto llegó la parada para el desayuno. La verdad es que no entendí mucho esa pausa, lo que no impidió que la aprovechara. 

A pesar de ser un establecimiento de carretera, los intentos de agilización del servicio quedaron un poco en la nada. No me pareció, ajeno como soy a la hostelería, que la multitud de clientes fuera atendida de manera eficaz, puedo estar equivocado. En mi caso particular, tras minutos (reales, sin exageración) de espera tuve que optar por cambiar mi lugar en la barra para pedir porque parecía haberme vuelto invisible a los camareros. La pausa fue lo suficientemente prolongada para que, pese a todo, pudiera disfrutar de mi desayuno sin prisas.


Reanudamos la ruta, nos echamos de nuevo a la carretera. Por decisión exclusiva del conductor, esta parte del desplazamiento la realizamos por carreteras convencionales y alejados de la autopista de peaje. Intuyo, no lo puedo decir con certeza, que pudo deberse a una forma de aminorar los costes para la organización. Sea como fuere, poco importaba. El paisaje no era cuestión relevante, así que opté por dar una pequeña cabezada. No me molesté en preguntar a mis compañeros de viaje pero posiblemente emitiera algún ruido bronco con el resuello. 

Poco o mucho, el tiempo de descanso vino realmente bien para afrontar el día turístico. Cuando me fui a dar cuenta, ya casi estábamos en el lugar de destino. Bueno sería más correcto decir que llegábamos a la cercana localidad limítrofe a nuestro lugar de destino. Al principio del viaje ya nos lo había advertido la organizadora, no pasaríamos la frontera en el transporte empleado por los posibles retrasos que pudiera haber. Descendimos del autobús y cruzamos la línea fronteriza a pie.


martes, 10 de marzo de 2015

Un destino

Multitud de veces he visto los anuncios de viajes en distintas partes del barrio. No es nada novedoso, desde hace años se vienen organizando, recuerdo especialmente los que solían realizarse a las distintas playas andaluzas. En mi adolescencia no llegué a usar esta opción viajera pero desde hace varias semanas la he contemplado como algo real. Los destinos son variados y los precios parecen asequibles. Existen tanto viajes de un solo día como viajes de varios días aprovechando festividades.

¿Qué me ha hecho decidirme? Un destino en particular, Gibraltar. ¿Por qué este destino y no otro teóricamente más llamativo? La verdad es que me apetecía regresar al lugar donde ya viajé en tiempos del instituto. Entonces la novedad era estar en una localidad donde poder hablar inglés. Tal era la ilusión que tenía que no supuso inconveniente alguno tener que sacarme el pasaporte. Ahora que hago memoria, es posible que ni siquiera fuera un requisito imprescindible y se quedara solo en recomendable porque podríamos acceder con nuestro documento de identidad. Tampoco me detuvo el hecho de ser el único de mi clase que se apuntó a dicha excursión, lo que supuso que me viera "obligado" a unirme al grupo de los profesores. A ciertas edades eso podría calificarse como auténtica "tragedia" o una especie de "maldición" para el entorno cercano de amigos. No me lo planteé ni por un instante, no tenía sentido.